Psicología

Intervinientes en Emergencias

Suena la alarma, es el momento que estas esperando, notas activación en tu cuerpo fruto de lo que esta pasando dentro de tu organismo, experimentas una serie de emociones e intentas recabar datos de lo que sucede en función de la tarea  a desempeñar en la intervención, donde es, de que se trata, cuantas víctimas hay,  no te has dado cuenta pero tu cuerpo ya esta preparado para la intervención. Te montas en el vehículo y sales lo mas aprisa posible, el mero hecho de ir con las sirenas te activa más aun pero sin embargo mantienes la calma, te imaginas lo que te vas a encontrar y  repasas mentalmente lo que tienes que hacer paso a paso, de pronto informan que ya no es necesaria la intervención, cesa el ruido de las sirenas, el vehiculo va más despacio y tu cuerpo se apaga de golpe, vuelves al estado de calma.

¿Qué ha pasado en el interior de tu organismo durante todo este periodo de tiempo? ¿De que ha dependido el que te hayas sentido con miedo, nervioso o alegre? ¿Podría haber afectado lo que sentías con lo que tenías que hacer?

Para poder analizar lo que nos rodea con eficacia se hace necesario un estado de activación que nos permita estar alerta. Entendemos ese estado de activación como un estado fisiológico del organismo, que nos capacita para procesar la información que percibimos, para reaccionar frente a una amenaza y para experimentar una amplia gama de emociones. Es lógico pues, pensar que para reaccionar con éxito ante una emergencia o desastre el interviniente ha de mantener un nivel elevado de activación, pero ¿cómo se produce esa activación, qué estímulos activan más que otros, cual es el nivel optimo de activación para obtener el máximo rendimiento? Vayamos por partes.

            Un estímulo sensorial entrante, como por ejemplo el sonido de la alarma que indica que hay una intervención, activa un mecanismo biológico que se encuentra en nuestro cerebro que controla los niveles de alerta. Cuando se activa, avisa a otra estructura del cerebro que pone en marcha lo que se llama el Sistema Nervioso Simpático. El sistema nervioso simpático desencadena una serie de respuestas fisiológicas responsables de preparar los recursos del organismo para los trabajos de intervención.  Estas respuestas están propiciadas fundamentalmente por la liberación al torrente sanguíneo de una sustancia, la popular adrenalina. Esta sustancia, además de estar ligada a los procesos de emoción, nos permite:

  • Que aumente el ritmo cardíaco, subiendo el número de pulsaciones.
  • Aumentar la tensión arterial.
  • Respirar más rápido.
  • Sudar.
  • Que haya un aporte extra de oxigeno y glucosa en sangre por si hay que hacer un esfuerzo.
  • Llevar (más) sangre a los músculos del esqueleto, desde la piel y el estómago.
  • Que las pupilas aumenten su tamaño para tener más visión.

Vemos pues, como el simple sonido de una alarma desencadena toda una serie de respuestas en el interior del organismo. Pero a estas respuestas fisiológicas le acompaña un componente psicológico, que se manifiesta a través de impulsos que nos llevan a actuar: La Emoción.

            Experimentar miedo, rabia, alegría o felicidad, reflejan un estado emotivo. Los psicólogos han elaborado varias teorías para explicar que es lo que nos hace sentirnos de una manera determinada. Imaginemos que estamos nadando en una playa de aguas cristalinas, de pronto vemos aparecer un tiburón. Nuestro sistema nervioso simpático se activa, aumenta la tensión arterial, se dilatan las pupilas, etc. Algunos psicólogos defendían que una vez detectada la activación, en función de cómo fuese esta, pondríamos un nombre a lo que sentimos por ejemplo miedo, es decir que primero viene la activación y después el sentimiento de miedo. Pero supongamos que nos encontramos en esas aguas cristalinas, somos biólogos y estamos estudiando el comportamiento de los tiburones. En el momento en que aparece el tiburón, la activación es la misma, también se dilatan las pupilas y aumenta la presión sanguínea, si embargo la emoción experimentada posiblemente no sea miedo.

               Otros psicólogos han defendido que primero se produce una valoración psicológica de la situación, y en función de esa valoración se produce la activación, que siempre va a ser la misma sea cual sea el tipo de emoción experimentada. Si vemos venir al chico o la chica que nos gusta hacia nosotros el corazón se acelera, se dilatan las pupilas y hasta nos sudan las manos, igual que cuando viene el tiburón, solo que en un caso nos sentimos enamorados y en otro sentimos miedo. Posteriormente otros investigadores vieron que el aumento del ritmo cardiaco al sentir amor no era de la misma intensidad que al experimentar peligro, por lo que se inclinan por una explicación de la emoción dando la razón a las dos teorías anteriores. Que en la activación hay un componente mental y un componente fisiológico que actúan simultáneamente e interrelacionándose mutuamente.

            Pues bien, ya ha sonado la alarma, nos hemos activado supongamos que llegamos al lugar de los hechos y es la hora de hacer nuestro trabajo, ¿hasta que punto la activación va a facilitar o entorpecer la tarea? La ley de Yerkes-Dodson, 1908, establecida por dos psicólogos, viene a decir que si la tarea a realizar es sencilla, se realizará mejor si se esta muy activado, pero si la tarea es más compleja, entonces se requieren unos niveles más bajos de activación. Unos años más tarde en 1954 otro psicólogo D. O. Hebb estableció lo que hoy conocemos como la curva de la activación o la ansiedad. Según Hebb, la ejecución de una tarea mejora conforme aumenta la activación, pero llega un punto, que es el nivel óptimo, a partir del cual  el incremento de activación en lugar de mejorar, lo que hace es interferir la ejecución  (Fig. 1). Por ejemplo, supongamos que personal sanitario está poniendo una vía a un herido inconsciente en un accidente de autobús con múltiples heridos. La activación de esta persona está bastante elevada, y aun así hace bien su trabajo, de repente llega otro herido con un pequeño corte en el brazo, insultando a esta persona por no atender a su necesidad y dedicar tiempo a alguien que parece muerto. El sanitario pide que retiren a esa persona del lugar porque no le deja hacer su trabajo. Lo que ha sucedido es que la activación ha subido tanto, que la ejecución de la tarea se ve afectada.

curva

  Los humanos elegimos tareas que nos llevan a niveles óptimos de activación, siendo esta distinta en cada individuo. Por norma general el personal de emergencias trabaja con altos niveles de estimulación  por lo que se trata de personas que necesitan altos niveles de activación para llegar a su punto optimo de ejecución, esos altos niveles son los que facilitan que el interviniente esté alerta a las señales, sea capaz de identificar problemas y dar soluciones insitu, incluso conseguir un aporte extra para el organismo en caso de tener que realizar algún esfuerzo. En el momento en que la activación es tan elevada que afecta al rendimiento aparece el estrés y la ansiedad. En estos momentos, los procesos de autocontrol también juegan su papel, pero de eso hablaremos un poco más adelante.

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